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Paro, pienso, propongo. Fin de año, tiempo de evaluaciones

  • Foto del escritor: Luciana Inés Mazzei
    Luciana Inés Mazzei
  • 22 dic 2023
  • 4 Min. de lectura

En mi tarea como Orientadora familiar enseño a los papás a utilizar el semáforo para ayudar a los hijos a controlar y reconocer las emociones. Les propongo que hagan un semáforo con cartulina y lo coloquen en un lugar visible de la casa para cuando surjan situaciones que lo requieran.

Pensando en fin de año y en el hecho de que la mayoría de nosotros disminuimos con algunas actividades y, si no es así, al menos dejamos de correr detrás de las miles de actividades y obligaciones anuales, me pareció interesante escribir sobre la necesidad de parar, pensar y actuar tal como lo proponemos con las emociones.

Muchas personas, aún cuando están de vacaciones no pueden para con el activismo, porque este es una manera de tapar dolores, enojos y angustias que no se quieren enfrentar, por lo tanto deciden viajar porque en casa siguen con el ajetreo y vuelven al trabajo más cansados que antes. Otros sí pueden parar la pelota y que estos días de vacaciones sean realmente de descanso, mental y físico además de tiempo de calidad en familia.

Cualquiera sea la personalidad de quien esté leyendo creo que es importante poder usar el semáforo para hacer nuestra evaluación anual. La evaluación no tiene que ver con enfocarnos en lo que logramos o no, si el año fue positivo o negativo, sino en pensar cuáles fueron los objetivos que me propuse este año, si los pude lograr o no, que ajustes debería hacer para lograrlos el próximo año y qué nuevos objetivos me voy a proponer.

Desde la Logoterapia, Victor Frnakl dice que el hombre no busca tanto la felicidad sino el sentido de su vida, y cuando encuentra el sentido de la vida encuentra la felicidad, más allá de las circunstancias de la vida. Este sentido de la vida es como el mapa que marca nuestra vida y va iluminando las metas que nos propongamos. Es el para qué estoy en el mundo y para mí la respuesta es “estoy en el mundo para dejarlo un poco mejor de lo que estaba cuando llegué”, en este pequeño espacio de mundo que me toca cuidar.

En este sentido, el primer paso para evaluar el año tendrá que ver con preguntarnos si conocemos realmente cuál es el sentido de la vida. Descubrirlo no es fácil, pero si podemos intuirlo pensando en nuestras preferencias, nuestros dones, en aquellas actividades que nos producen sensación de plenitud y nos ayudan a trascender de nosotros mismos. De allí surgirán las metas, las pequeñas paradas en el camino para lograr cumplir con esta misión.

Para poder pensar con claridad y profundidad es imprescindible el color rojo del semáforo: PARO. No podemos pensar si no tenemos la capacidad de frenar, no sólo nuestras actividades sino también nuestros pensamientos del día a día, “poner la mente en blanco” y dejar de lado los apuros cotidianos, si podemos salir de la rutina de la casa mucho mejor, sino será necesario proponernos un momento donde poder hacerlo.

Luego el semáforo se pone en amarillo, y una vez que hayamos encontrado un lugar cómodo, silencioso, podemos usar una música suave y cuaderno en mano hacemos un recorrido por el año. Si tuve proyectos evaluar cómo me fue con ellos, si los logré, si están en camino de ser logrados o si no pude llevarlos adelante, esto me ayudará a analizar las dificultades que tuve para lograrlos y tener en cuenta qué es necesario cambiar o mejorar. Si no tuve proyectos será tiempo de tenerlos y no se trata de grandes proyectos pero sí de pequeñas metas que nos lleven a ser mejores personas: visitar más seguido a un familiar, comenzar una actividad física, comenzar esa actividad recreativa que llevo tanto tiempo resignando, tener un apostolado o participar en una ong para ayudar a otros. Acto seguido tomo nota de las acciones que debo realizar para lograr ese objetivo. Dato importante: que los proyectos sean reales y en lo posible medibles.

Y para terminar el color VERDE, aquí comenzamos a llevar a la acción el o los proyectos que me propuse. Lo importante, insisto en que sean objetivos reales y comenzar de a uno.

A veces podemos hacer esta parada a mitad de año para reordenarnos y volver a encarar las propuestas de principio de año.

También es bueno pensar en uno mismo, en cuánto crecí, cuánto pude mejorar como persona, cuánto logré aunque no me lo haya propuesto, qué cosas debo dejar para no llegar a fin de año sin energía, qué dinámica familiar debo mejorar para que haya un mejor clima en casa.

Y que bueno poder hacer este recorrido con nuestros hijos, en la mesa familiar que cada uno cuente como fue su año, cuáles fueron sus metas y qué cosas piensan que pueden mejorar. Seguramente, de acuerdo a la edad, a los mas pequeños tendremos que ayudarlos, por ejemplo: como fue tu año escolar, que aprendiste, que te gustaría hacer el próximo año, en que te gustaría que cambie. De esta manera vamos inculcando en ellos este hábito de proponerse metas, evaluarlas y mejorarlas con el transcurso del tiempo.

 

 Por un 2024 lleno de propósitos cumplidos!

 
 
 

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