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Parentalidad positiva ¿qué es y como aplicarla en casa?

  • Foto del escritor: Luciana Inés Mazzei
    Luciana Inés Mazzei
  • 23 jul 2024
  • 3 Min. de lectura

La parentalidad positiva es definida como todas aquellas acciones de los padres que tienen como finalidad la educación integral de los niños siendo su fundamento el interés superior del mismo. En este sentido son todas aquellos comportamientos de los padres cuyo objetivo es cuidar, ayudar a desarrollar capacidades, transmitiendo valores y comportamientos sociales sin ejercer violencia (gritos, castigos o golpes) y reconociendo el valor de cada hijo orientándolo mediante los límites necesarios.

La familia es el sistema que más influye en el desarrollo individual durante la niñez y constituye el ámbito por excelencia donde las personas aprenden a socializar, a desarrollar virtudes, a respetar y ser respetados, a comunicarse y a desarrollar vínculos con los demás. Es el ámbito que primero recibe a la persona, desde donde se nutre en todas sus dimensiones en el trato cotidiano con sus miembros. La familia es un microsistema que influye en el desarrollo integral de la persona en formación y que modela su personalidad en base a tres dimensiones: la estructura familiar, las actitudes y el comportamiento de sus miembros.

En ocasiones sucede que los padres repiten el modelo aprendido de sus hogares o por el contrario lo evitan por no haber recibido lo necesario para su desarrollo. En ambos casos es necesario que modulen y ambos padres encuentren nuevas formas de educación de acuerdo a la personalidad de cada hijo de las decisiones educativas que tomen los padres. Si aceptamos que cada persona es única entederemos que cada hijo también lo es y, por lo tanto, los aprendizajes que se quieren promover en niños y adolescentes deberán adaptarse a cada uno, respetando su singularidad.

La familia cumple dos funciones principales con respecto a la socialización y maduración de los niños y adolescentes: por un lado se satisfacen las necesidades de pertenencia grupal y por el otro se facilitan los procesos de diferenciación e individualización. Cada uno es parte de la familia pero no deja de ser una persona individual con características propias.

Las bases de la parentalidad positiva son:

Vínculos afectivos: deben se cálidos, protectores y estables. De esta manera las personas en el núcleo familiar se sienten aceptadas y queridas. Se fortalecen los vínculos familiares y se van modificando las demostraciones de afecto a medida que los hijos crecen.

Entorno estructurado: aporta un modelo de orden, guía y supervisión de los hijos para que aprendan las normas y valores que más adelante los guiarán en la sociedad. En la familia se deben establecer rutinas y hábitos que organicen las actividades cotidianas, pero no implica una estructura que anule la personalidad de los miembros.

Estimulación: educar, enseñar y aprender desde lo cotidiano para motivarlos y potenciar sus capacidades. Para lograrlo se deben observar las capacidades y gustos de los hijos, teniendo en cuenta sus avances y proponiendo metas.

Reconocer el valor de cada uno: interesarse por el mundo de cada miembro de la familia, validar las experiencias, gustos, sueños y emociones de todos. Comprender los diferentes puntos de vista y educando en el espíritu crítico sobre temas fundamentales para que logren autonomía y aprendan a tomar decisiones en libertad.

Capacitar y motivar a los hijos: para que sean agentes activos y capaces de impactar en la sociedad de manera positiva, que sean influencers de valores y virtudes en el mundo de hoy.

Educar sin violencia: los golpes, castigos, insultos y gritos sólo son una descarga del enojo paterno, provocan baja autoestima y degradación. Para corregir las conductas se debe trabajar en las consecuencias negativas de las conductas desafiantes o disruptivas y, en algunos casos, mirar más allá de la conducta qué está manifestando el niño o adolescente con determinada conducta. Conocer las etapas evolutivas de cada hijo ayuda a encontrar los recursos óptimos para cada hijo.

Lo más importante es hacerles saber que los amamos, asumir que poner límites es la mayor muestra de amor, porque los límites guían y ordenan nuestra vida. Poniendo en marcha estas acciones los hijos crecen con una sana autoestima y autoconcepto, son personas naturalmente sociables, capaces de establecer vínculos sanos con las personas de su entorno, capaces de tomar decisiones positivas para sus vidas, evitando aquello que pueda ponerlos en riesgo.

 
 
 

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