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Las personas siguen eligiendo vivir en pareja

  • Foto del escritor: Luciana Inés Mazzei
    Luciana Inés Mazzei
  • 26 abr
  • 3 Min. de lectura

28 de abril "día del Matrimonio"

En la Ciudad de Buenos Aires, en los últimos 32 años, hubo un descenso de casi el 40% en el número anual de casamientos por civil, y por iglesia cayeron más de 61% en los últimos veinte años. También se observa un aumento de uniones convivenciales, como una respuesta a necesidades económicas más que de compromiso personal.

Las parejas deciden convivir, algunas para ver cómo les va, otros por situaciones económicas y unos más por un descreimiento en el matrimonio. La cultura del descarte y el placer ante todo, les deja la tranquilidad de que, ante la menor dificultad, el vínculo se disuelve, y si hubo matrimonio los trámites complican la disolución.

El relativismo fue creciendo y la imposición social del “qué dirán, si no se casan” disminuyó a la par que fue creciendo el descreimiento en el amor para toda la vida. El divorcio se fue legalizando en todo el mundo y separarse dejó de ser mal visto por la sociedad, lo que facilita la ruptura al no tener que cargar con el estigma de ser un separado.

Las experiencias infantiles de hombres y mujeres, con respecto a los matrimonios de sus padres, muchas veces con violencia e infidelidad, influyen negativamente. En la sociedad impera el deseo personal sobre la construcción del nosotros, facilita la opción de la disolución ante las dificultades.

La gente se casa menos hoy en día por una variedad de factores, entre ellos, cambios culturales, prioridades personales y económicas, y nuevas formas de relación. Hedonismo, consumismo y narcisismo dificultan la posible solución de las diferencias de manera sana y constructiva.

Aun así, las personas, siguen apostando por un proyecto de vida en común, con un otro con el que compartir la vida. La vida de pareja es intrínseca a la persona humana. Formar una pareja y vivir con ella, no tiene que ver con imposiciones sociales o culturales sino con un deseo profundo del ser humano de “ser con otro”. Está en la esencia del hombre ser pareja, no para completarse sino para complementarse.

Los hombres y mujeres, desde siempre, han buscado “emparejarse” para luego formar una familia. En las diversas culturas y sociedades han utilizado ritos en donde los contrayentes se comprometen uno con el otro, ante la comunidad, a vivir unidos. Aún hoy en las diferentes culturas, tribus, religiones y tradiciones, se pueden ver diversos modos de celebrar esta unión.

En nuestra sociedad, el matrimonio por civil y el matrimonio por Iglesia, y la fiesta, formaban parte de estos rituales. Y, aunque hoy han disminuido, las personas siguen buscando formar pareja.

Por ese motivo, aunque la separación implica un profundo duelo en cada uno de los cónyuges, los que se separan vuelven a intentar una y otra vez formar pareja.

El día del matrimonio es una invitación para reflexionar acerca de lo que ven los jóvenes en los matrimonios para evitar comprometerse. Analizar de qué manera la deshumanización de la cultura actual los empuja a un individualismo, que, antes de acercarlos a la felicidad, los llena de vacío interior; y la cultura del descarte hace que renuncien ante las primeras diferencias.

El amor para toda la vida no es el enamoramiento de los primeros meses, sino renovar cada día la decisión de caminar juntos, priorizando los temas en común y dialogando para llegar a acuerdos en las diferencias. Es saber que la vida no es fácil, pero si se camina de a dos es más llevadera.

Es necesario educar a las nuevas generaciones en un amor verdadero, que los ayude a florecer como personas, dejar de lado las relaciones utilitaristas del “te quiero porque me servís”, sino basadas en “te quiero hacer feliz porque te amo, estar con vos me hace mejor persona.”

Si la familia es la célula básica de la sociedad, el matrimonio es el cimiento en donde se asienta la familia. Para vivir en una sociedad sana y con valores en imperioso recuperar el valor del matrimonio.

Las personas no somos perfectas, por eso nuestro amor hacia otro no lo es, pero se puede trabajar cada día para hacerlo más generoso. El amor para toda la vida es perseverante, valiente, confiado y fiel.

Que el día del matrimonio nos lleve a recordar la ilusión del inicio del amor, para así transmitir a otros la belleza del matrimonio y la seguridad de que sí se puede amar para toda la vida.

 
 
 

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