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La familia

  • Foto del escritor: Luciana Inés Mazzei
    Luciana Inés Mazzei
  • 11 abr 2020
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 15 abr 2020

Aunque parezca pasada de moda, la familia, sigue siendo el lugar donde las personas aprendemos a convivir y a ser más persona cada día.




Según el artículo 16 de la Declaración Mundial de los Derechos Humanos:

«La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado.”

Hoy en día, a juzgar por el uso cotidiano, ‘familia’ es una noción que describe la organización más general pero a la vez más importante del hombre. Dicho en otras palabras, la familia constituye un conjunto de individuos unidos a partir de un parentesco. Estos lazos, dicen los expertos, pueden tener dos raíces: una vinculada a la afinidad surgida a partir del desarrollo de un vínculo reconocido a nivel social (como sucede con el matrimonio o una adopción) y de consanguinidad (como ocurre por ejemplo con la filiación entre una pareja y sus descendientes directos).

Consideramos a la familia como la unidad básica de toda sociedad, en la que los individuos crecen y se desarrollan, durante un largo período de su vida, y donde aprenderán las primeras pautas de su formación tanto en sus conductas, como en cierta forma, los valores y normas que esa sociedad establece como adecuados para la convivencia de las personas.

En el seno de la familia las personas aprenden a relacionarse con los otros, a resolver y aceptar las diferencias, a amar y dejarse amar. Crecer dentro de una familia es crecer en el primer ámbito de socialización. Por ello se insiste tanto en la importancia que tiene para la sociedad que la familia sea la principal educadora de las nuevas generaciones.

Dentro de la familia, mamá, papá, abuelos, tíos, primos y hermanos, cada uno aporta de lo suyo para integrar al nuevo miembro. Pero principalmente son mamá y papá, que no son opuestos sino complementarios quienes aportan de sus diferencias para dar a la persona seguridad en sí misma, autovaloración y la posibilidad de salir al mundo.

La familia es una comunidad de personas, ligados por lazos afectivos y de sangre, donde un hombre y una mujer, unidos en matrimonio, engendran hijos y los guían para llegar a su plenitud de personas mediante la educación y la sociabilización.

En ella cada uno es amado y aceptado por ser quien es. El hombre, como ser social, necesita ser con otros para desarrollarse plenamente. La persona no vive de instintos sino de aprendizajes (Domínguez, 1995), que solamente pueden ser plenos y duraderos si se reciben dentro de la familia.

Para que exista familia es condición que un hombre y una mujer hayan decidido, libremente, unirse en matrimonio. Aunque en la actualidad muchas uniones que no lo son, con la llegada de los hijos se hacen llamar familia, solamente el matrimonio da a la familia lo que ésta naturalmente necesita para ser fecunda y fundada en valores.

En el matrimonio el hombre y la mujer se eligen mutuamente, juran ante la sociedad, amarse, respetarse, cuidarse, hasta que la muerte los separe y no hasta que dure el amor, como ocurre con las uniones de hecho.

Las familias son comunidades reales, donde las personas aprenden a ser en sociedad. Por lo tanto para que una sociedad sea sana y sus miembros puedan desarrollar todo su potencial humano es necesario que crezcan en familias sanas, donde prime el afecto y sean cubiertas las necesidades básicas y también aquellas que ayudan a madurar y crecer espiritualmente al hombre.

Es importante comprender la importancia del matrimonio y la familia para la sociedad porque, al ser ella la primera formadora y educadora de los hijos, es en su seno donde se previenen muchos de los males que nos aquejan como sociedad: adicciones, embarazos adolescentes, bajo rendimiento y deserción escolar, abuso sexual, violencia doméstica, delincuencia.

Por todo esto surge como un deber intransferible de los padres la obligación y el derecho de educar a las nuevas generaciones.

Educar es enseñar a ser persona a alguien que debe y puede mejorar cada capacidad humana en todas sus dimensiones, cuerpo, mente y espíritu. La educación en la familia implica la transmisión de hábitos éticamente buenos.

Esta formación se da en el trato permanente entre las distintas generaciones de la familia, en el ámbito cotidiano y espontáneo. En la praxis convivencial, los miembros de la familia cuando educan no dicen, sino que muestran el buen obrar. Todo elemento de la vida familiar tiene relevancia y alcance educativos. (Bernal).

Por ello cuando en la familia hay buenos hábitos para dormir, comer, tratar a sus semejantes y valorar la vida, los niños naturalmente los internalizan y puede reproducir estas conductas fuera de la familia. El ser buenos y respetuosos y vivir los valores se da naturalmente.

También dijimos que la familia es el primer ámbito de sociabilización, los padres son agentes socializadores, siendo el nexo entre el niño y la sociedad en la que viven y se relacionan (Castro Sánchez M. , 2014). El hombre es naturalmente sociable, aunque hay que enseñarle a ser social, es decir, a vivir y actuar en sociedad. Necesitamos del influjo familiar para aprender a ser sociales. En la familia, la persona aprende las creencias, normas y leyes que marcan las relaciones interpersonales de su medio, además de inculcarles responsabilidades y obligaciones con ellos mismos y con los demás. En el video se muestran claramente las consecuencias de una educación familiar que no enseña a ser responsable y empático con el medio social. En esos niños y adultos no hay respeto por el otro, responsabilidad por sus actos y el amor al prójimo está ausente.

Para cumplir la misión educativa hace falta que los padres cuenten con las capacidades necesarias para enseñar a los hijos los modelos del bien ser (Castro Sánchez M. , 2014), o paternalidad competente. Estas capacidades son: el afecto, incluye el apego; la comunicación, que haya escucha, respeto y empatía; el apoyo a cada uno y la exigencia de madurez según los tiempos personales y el control, necesario para que los niños aprendan a modular sus emociones. (Jorge Badury, Maryorie Dantagnan).

Bibliografía

Bernal, A. (s.f.). Cambios y expectativas en la familia. En A. Bernal, La familia como ámbito educativo (págs. 40-57). Navarra: Instituto de Ciencias para la famiilia.

Castro Sánchez, M. (2014). Dimensiones cualitaticas de la parentalidad. Buenos Aires: Universidad Austral. Instituto de Ciencias para la familia (material extraído de Ser familiar, ser social).

Castro Sánchez, M. (2014). Dimensiones cualititvas de la parentalidad. Buenos Aires: Universidad Austral, Instituto de Ciencias para la familia.

Jorge Badury, Maryorie Dantagnan. (s.f.). Familiaridad y competencias, el desafío de ser padres. En M. D. Jorge Badury, Los buenos tratos en la infancia (págs. 90-91). Gedisa.


 
 
 

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