¿Cómo se educa la libertad?
- Luciana Inés Mazzei
- 11 nov 2022
- 4 Min. de lectura
Esta semana seguimos hablando sobre este tema tan importante y tan de moda en nuestra sociedad actual. Es importante educar a las personas en la libertad? En qué radica esa importancia?

La libertad se educa cuando quien educa ayuda al que es educado a ser la mejor versión de sí mismo, ayudando a potenciar las capacidades y los aspectos positivos de la propia personalidad y fomentando el control de las pasiones.
La educación es el largo proceso en el que intentamos el desarrollo intelectual, social, emocional, psíquico y físico de las personas. Educar en libertad y para la libertad implica generar un clima de confianza, en donde nadie se sienta juzgado por ser quien es, pero sí acompañado en el proceso de mejorar continuamente, donde reine el diálogo fluido en el que no se busca convencer sino hacer pensar.
De más está decir, que en este proceso, que comienza con el nacimiento y culmina con la muerte, los educadores estrella son los padres. A ellos les compete la responsabilidad y el derecho de educar hijos plenamente libres, capaces de pensar y no dejarse llevar por las corrientes de moda o los influjos de sus pasiones. Y, si bien la escuela comparte la tarea educadora, la educación en y para la libertad exige un diálogo respetuoso en quienes educan a las nuevas generaciones.
Es importante en este proceso distinguir las diferencias entre Educación y Manipulación para que ni educadores ni educados caigan en ideologías o modas del momento, de manera que se garantice el clima de confianza y diálogo sincero, pero fundamentalmente de respeto a las maneras diversas de ser y de pensar.
Condicionamientos de la libertad
INDEPENDENCIA DESVINCULADA
Entendemos la libertad como ese anhelo del hombre por encontrar la felicidad, y comprendemos que, por haber sido creado a imagen y semejanza de Dios, no ha nacido esclavo sino libre. La auténtica libertad no es solamente una conquista del hombre sino un don gratuito de Dios, que el hombre debe hacer madurar en su interior, para ser realmente libre de ataduras internas y externas.
No hay felicidad sin amor, y no hay amor sin libertad… libertad para amar al otro sin condicionarlo a gustos y deseos personales, si pretender cambiarlo egoístamente. Pero amor también es servicio, por eso libertad y amor van juntos, en el servicio desinteresado manifiesta el hombre el amor y es realmente libre.
Libertad es una realidad ante todo interior que no depende de las condiciones externas que rodean a la persona. Cuanto más depende la libertad interior de las condiciones externas, más tendrá el hombre que trabajar por madurar en su libertad. Hay límites que habrá que superar y algunas situaciones de la vida que no se han elegido pero se deben aceptar porque no se pueden cambiar, y en esta aceptación también hay libertad.
Lo que no es libertad es la lucha por liberarse de las normas que el hombre debe aceptar, porque vivir en el seno de una familia y en una sociedad, implica aceptar y las normas y reglas que estas comunidades proponen, son necesarias para que todos puedan desarrollar su persona y su libertad, para que haya orden en las relaciones interpersonales.
Evitar las normas y pretender vivir “según mis deseos”, es caer en el reduccionismo de la libertad, entendiéndo ser libre como hacer lo que quiero, cuando quiero y si quiero, sin medir las consecuencias. A este reduccionismo de la libertad, en el que caen muchas personas, lo llamamos INDEPENDENCIA DESVINCULADA.
Independencia desvinculada es la actitud de quien considera que no necesita de los otros para afrontar las situaciones de la vida; quien cree que por haber crecido un poco ya no necesita de padres o maestros que le guíen, aconsejen o acompañen en la toma de decisiones; es la actitud de aquel que cree que no necesita de normas y reglas que orienten su conducta. Quien piensa así, además de frenar su maduración personal, se queda en una vida sin compromiso y responsabilidad hacia los demás, porque considera que los otros tampoco lo necesitan y que ayudar a alguien es una molestia para su propia libertad de acción.
Cada persona busca su libertad, buscando el sentido de su propia vida, descubriéndose a sí misma, realizando aquello para lo que fue creada. Este descubrimiento se realiza en la intimidad del propio corazón, pero se manifiesta en la realización de actividades humanas que siempre son en relación con el servicio a los demás.
Libertad no es desvincularse de los otros para elegir, vivir y actuar, sino saber que ser libre es un don, pero también una tarea cotidiana que el hombre debe afrontar hasta el último día de su existencia. El hombre libre es aquel que asume que va creciendo en la medida que “es persona” con y para los otros, no es un ser acabado y se va haciendo en la medida que se relaciona, interactúa y ama. Por ello la libertad es contraria a la independencia desvinculada, si el hombre, por desear independencia, elimina los vínculos, también elimina las posibilidades de ser cada vez más hombre.
Y por supuesto, también es el buen uso de la libertad se aprende en el seno de la familia. En ella niños y jóvenes aprenden a elegir y a ser responsables de sus elecciones. A medida que van creciendo debemos, los padres y adultos ir dejando espacios cada vez más abiertos para el desarrollo de la libertad. Siempre con la guía y bajo la mirada de los padres, que aconsejen pero no restrinjan la posibilidad de elegir uno u otro camino y acompañando cuando los resultados no fueron los esperados.
Bibliografía
Ceballos, G. C. (1992). Educación de la libertad y de la afectividad. En G. C. Ceballos, La familia como ámbito educativo (págs. 163-190). Navarra: EUNSA.
Otero, O. F. (2018). Educación de la Libertad. Navarra: Instituto de Ciencias para la Familia.
Philippe, J. (2003). Libertad y aceptación. En J. Philippe, La libertad interior (págs. 7-25). San Pablo.
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