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Ancianidad, una etapa para vivir en plenitud.

  • Foto del escritor: Luciana Inés Mazzei
    Luciana Inés Mazzei
  • 24 may 2022
  • 3 Min. de lectura

A diferencia de otros momentos sociales, en nuestra sociedad postmoderna ya no se valora la sabiduría y conocimiento de los ancianos. Ya no los buscamos para pedir consejo y cuando hablan pretendemos callarlos porque “no entienden nada”, están fuera de onda, las cosas cambiaron y ellos no se modernizaron.

Lo cierto es que los ancianos tienen mucho para dar y la ancianidad es una etapa de la vida que merece ser vivida en plenitud, en pausa, sin el apuro de la juventud ni las cargas de la adultez. Vivir con la tranquilidad de haber hecho lo suficiente y dejado algún legado a los que vienen después

Características propias de la ancianidad.

Se dice que la ancianidad comienza alrededor de los 65 años, coincidiendo en general con el momento de la jubilación. A partir de ese momento la persona comienza a notar con mayor énfasis determinados cambios físicos, psíquicos y sociales.

El cuerpo ya no es el de la juventud, comienzan los achaques y en algunos casos enfrentar enfermedades. Se da un decaimiento del sistema nervioso l que provoca disminución en la capacidad perceptiva, en la discriminación sensorial y en la disminución de las destrezas físicas y de la memoria.

Entre los cambios psíquicos vemos que adquiera gran importancia la historia personal y familiar, se enfrentan a la enfermedad, al deterioro físico y mental y a la idea de la propia muerte. Se observan modificaciones de la personalidad, deben afrontar el síndrome del nido vacío, la muerte de los amigos y, en algún momento la muerte del propio cónyuge.

Los cambios sociales tienen que ver con el cambio de rol en la comunidad como consecuencia de la jubilación. Además los hijos crecieron y abandonaron el hogar familiar por lo que la pareja se reencuentra y se dispone de tiempo para actividades recreativas o de ocio que habían estado relegadas hasta ese momento.

Sentido y logro de la vejez.

Como todas las etapas de la vida, la vejez o ancianidad también tiene un sentido, un para qué pasar por esta etapa. Al adquirir importancia la propia historia personal puede transmitir una sabiduría que hace capaz de entender el conjunto de la vida. Se hace patente la propia historia, con sus logros y desaciertos, se mira en perspectiva lo conseguido, lo construido y sus resultados.

Tomar conciencia de la propia muerte hace tomar conciencia sobre la propia finitud pero también de la propia trascendencia, manifestada en los hijos y nietos como también en los logros laborales y profesionales. Se debe aceptar la muerte como una parte más de la vida.

Otro sentido de la ancianidad es ser puente entre generaciones. Entre los que ya no están, que nos precedieron y los que vienen detrás. Los ancianos son la historia viva familiar y quienes ayudan a mantener vivas las tradiciones y los ritos.


Deberes éticos de la familia con sus ancianos.

El principal deber es la conciencia plena de saber que debemos devolverles lo que han hecho por nosotros durante muchos años. Debemos desarrollar virtudes de empatía y paciencia, para comprender que sus caprichos, enojos y malhumor no tiene que ver con nosotros sino con la propia etapa que están viviendo. Aquellos que durante más de 50 años fueron autónomos e independientes en un momento se dan cuenta que necesitan ayuda para muchas cosas y esto los hace verse vulnerables y les provoca inseguridad.

Es bueno desarrollar el buen humor y tomar algunas situaciones y hechos con humor. Un poco de risa siempre le quita dramatismo, incluso a las situaciones más tristes y adversas.

Ayudarlos a tomar conciencia de su propia soledad y la proximidad de la muerte, no como algo doloroso sino como parte de un proceso. Reconocerles los logros y aciertos para que puedan afrontar el final con la alegría de saber que hicieron las cosas lo mejor posible.

Cuando haya que tomar decisiones que atañen a su persona, su salud, su vivienda, etc. no dejar de consultarles, siempre que estén en condiciones neurológicas de poder dar su punto de vista. Que no sientan que ya no tienen poder de decisión sobre su propia vida.

Pero sobre todo brindarle mucho amor, acompañarlos siempre que el día a día lo permita y caminar con ellos, con la paciencia que merecen, sus últimos años de vida.

Bibliografía

Francisco, P. (2016). Exhortación Apostólica Amoris Laetitia. Capítulo 5. Amor que se vuelve fecundo. Vaticano.

Guardini, R. (1977). Del envejecimiento. En R. Guardini, La aceptación de sí mismo-Las edades de la vida. Madrid: Cristiandad.

Moreno, G. y. (2000). Teorías acerca del proceso de envejecimiento. En G. y. Moreno, Claves para una psicología del desarrollo. Buenos Aires.

Paulina ElsnerV., M.de la Luz Montero, Carmen Reyes V. y Beatriz Zegers P. (2002). Los años dorados. En La familia: una aventura. Alfaomega Grupo Editor.

 
 
 

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